Qué lejano parece el camino que desea donde el vórtice del tiempo se asemeje a sus delirios. ¿Qué habrá del otro lado del abismo donde el tiempo pesa y los años cansan?
Hoy, frente al pelotón de fusilamiento, apunta con sus armas de deseos castrados por sus juicios, delira con sudor de testaferro de los dioses, aplaude con sus ojos viejos, esperando el perdón de los viajeros.
El grito despiadado de una madre ante su hijo muerto rendida a sus pies como becerro como animal salvaje entre los cepos conmueve su alma como luna llena como cena sin sabor o sal sin cielo.
Es la alquimia y el verdor de las montañas son los besos arrugados del patriarca son las garras benditas de los celos, venciendo la ruta de los muertos y, atravesando las tierras sin cimientos.
Con su cuerpo tatuado Su alma empeñada El dolor sangra en su pecho Su vida de trueno Un cielo abierto La pequeñez de su cuerpo Engrandece su alma: su sacrificio, grita el hombre liberando sus deseos prisionero en la ruta de los tiempos.
Pobre amor desesperado y oprimido, pobre hombre ensangrentado y marinero, cuya vida se acaba lentamente sin presagios, sin estepas de mar sin flores ni besos. Sin tener la valentía de gritarse a sí mismo y amarse, finalmente, como lo hace un valiente guerrillero.
Rojas y amarillas flores caribeñas rasguñan nuestra piel mientras el agua corre despavorida, abandonándonos sin piedad Y humedeciéndonos los besos derramados en el río.
Una sensación de pecado invade mis entrañas, sanguinarias bilis me atraviesan interiores recordando que el tiempo se arrastra a mis pies y se burla de mí, diciéndome improperios.
Dos camas de bambú organizadas como campos de batalla se apropiaron de las ganas perdidas del constante traqueteo que nuestros cuerpos producen al restregarse en sus hojas El ruidoso sonido acompaña el herrumbre de mis desabridos deseos Apócrifos de tus sueños y despojo de tus placeres
Vos Curtido de dolor poseyendo mis desafíos y con él, todos mis despojos y harapientos deseos arrastrados por el tiempo como una colcha de pedazos , que hubo cosido mi superego desde siempre. Cervezas, Maní y algunas cosas el aullido descarnado de los congos, Música y un doloroso canto que fluye, nos hace gritar con desgarrador pujido que lleva el desesperado presagio de una historia cuyo fin; conocido por ambos nos carcome, como siempre.
¿Solo para biólogos? Habitotu retículo peludo Y me deslizo por tu garganta Mientras la mucosa moja con tu saliva Mi rugoso tejido externo.
Baño con fluidos calientes los fríos miedos de mis articulaciones Y cubro con sangre fresca los lacrimales desquiciados.
Rasgo tus rígidos cartílagos Entrecruzados entre los tendones de mi alma y escucho el gorgoreo de tus fluidos que llevan hasta las ventanas de las vesículas biliares.
Logro escapar tras la respiración forzosa de tus pulmones Que se hinchan y contraen Como tus labios en mis circunferencias. Solo sé que la vida me ha premiado con tu palabra
Soy canción, soy arte, soy sonrisa la pintura de un diluvio de pasiones encontradas en la lluvia de paradojas y besos: una fuente de luz no silenciada.
Fui una región de dolor intermitente, una hoguera sin flores conservada. una vertiente de musgos y heliconias: la cordillera que gozaste en tus almohadas.
No consiguió el tiempo reprimirme, no logró la magia conquistarme, sobreviví al desquicio y los desprecios por pasiones, de locuras perpetradas: entregas sin sentido a un alma que no sabe cómo se ama.
Tengo ahora una geografía distinta, aprendí a controlar los ventarrones, no hay despliegues de ríos en mis cuencas, no hay desastres, ni tragedia en mis montañas.
Corre tranquila el agua en mis arroyos Camina lenta la distancia que me llama los colores de mi valle, son intensos mis ojos, de verde, como el bosque, se han teñido mis brazos fuertes sostienen mis mañanas.
Hoy no olvido que la historia me secunda que es una ruta que me lleva hasta la orilla; de una playa sin mar, pero con rocas que hoy sostienen mi caverna ya habitada.
Llevo conmigo la voz de la mujer que amenaza con decir en el afuera, sin renunciar al adentro. Traigo conmigo una ventana de luces que iluminan lo desconocido y permiten adentrar alternativamente el espacio prohibido que rodea la existencia de mi sexo.
Tengo la dicha de esperar que experimentes la alternancia que proponen los tiempos: que tu entrada y salida de mi cuerpo no sean más que el símbolo de lo que queremos, dentro de los espacios conscientes que nos permiten que alternemos.
Vengo pensando que lo reclusorio de mi estancia no es más que el bien simbólico instalado en mi sique que me lleva a desbordar con rupturas y no con convencimiento.
Hombre, mi complemento, te reto a que pases al mundo de lo interno, que disfrutes tus deseos con los placeres del control adentro para que desbordes los espacios con fortuna y acierto.
Te exalto para que tomes en tus manos las emociones que nos atormentan y que discutamos sobre el lugar que queremos mas no el que nos han heredado los tiempos.
Construyamos, entonces, espacios alternos; que cuando disfrutemos del ancestral lugar que poseemos, tomemos las manos y miremos de frente mientras yo camino en el espacio externo: con control, sabiduría, con tu estima y afecto.
Pero, no cierres la puerta, porque quiero que estemos en el aquí y el allá, justo cuando queremos; sin rupturas, sin heridas, sin tanto parafraseo que justifique una voz femenina en lo externo, porque yo me quiero con verso, con voz, con palabra y con la calidez de mi sexo.
Y mientras tu cuerpo tramita el mundo de los deseos y tus ojos y cerebro son clavados en el lecho, puedes mirar hacia afuera sin crear falsos conceptos, disfrutando de tus tiempos, tus espacios y tus versos.
Que nuestra palabra pueda ser en el espacio externo, la vocera de los tiempos, la verdad de los viajeros, la cueva de los solos y la vida de los muertos.
fuera, el sol derrama sus colores mañaneros y las olas acarician las arenas enfriadas por la noche, caracoles se mueven con sus casas en busca de alimento, huele a humedad, frescura y movimiento.
A lo lejos, un rancho, tan viejo y corroído que el cielo se agacha para lamer su erosión. Una barcaza, en abandono y atrapada por la vida, armoniza el paisaje del lugar. Una red, tejida a mano, desciende desde los fervores hasta los anhelos.
En sus cuadros, deformados por la brisa marina, cuelgan mustios los días en pedazos. Una infinidad de botellas de aguardiente, apiladas con algún orden, ahogan silencios y deseos. Cientos de trabajitos enlistados, sin concluir, modelan sostenidos en estantes de esperanzas, aguardan un momento y un lugar que no ha llegado. Al otro lado del aposento una mochila de historias se desborda con recuerdos.
Mientras mentiras y verdades sometidas por discursos ancestrales, se escoden y se asoman entre las arrugas de las sábanas de un camastro rústico sin tender.
Cerca de la salida, única entrada de luz, luce una maleta un poco rota y con algunas pertenencias, yace amarrada con mecates de mástil impide la precipitada salida del viajero. Un banco de tres patas, tembleque, soporta una jarra de tibio café.
En la puerta, con su mirada hacia el sol, un hombre, grande como el mar, con la consciencia de los sabios, y la coherencia frágil de un corsario, sigue fumando su cigarro mientras aborda un nuevo barco que lo deje vivir otra ilusión.
Soy mujer Sola y callada, Como una tumba seca sin su alimento Como una piedra mustia entre los cimientos Como una esfera precolombina sin descubrir.
Bella y con habla, Como una loca que canta y grita su propia historia Como un racimo de uvas verdes que se desbordan Como una piedra preciosa al amanecer.
Desesperada y turbia, Como el río que ve bajando la fuerza de la montaña Como rocas pesadas que se atraviesan en el camino Como el giro de un juego tonto sin detener.
Abierta y cerrada, Como una fruta que no decide su caída del árbol Como el lente que alumbra con timidez el alma del viejo Como una ciénaga, como el pez.
Loca y cuerda, Como alma libre de primavera y otoño Como besos dados que no se alejan del pensamiento Como palabras mágicas y alquimia pura, Como la piel.
Adentro y afuera, En el territorio de lo profano y de lo sagrado En las esquivas esquinas quietas del ventarrón Como los tiempos de amor eterno de vientos lentos Como el Caribe y el norte juntos Así soy mujer.
Huelo a ella, siento su voz marchita entre mis reflejos, giro entre sus insinuaciones como un viajero entre sus entrañas. Un algo aprieta mi cuello ¡Cómo la extraño!
Huelo a ella, un aroma que no me atrevía a sentir, una voz que no me permitía escuchar, me abruma su cielo reflejado en mis desbordados sentimientos.
Huelo a ella: esa madre que me amó de veras, con su velo seco cubriendo mis desventuras y su cobija larga de sabores a albahaca y artemisa.
Te huelo en mí, a través de mi historia sobre mis ensayos de vida, te miro aplaudiendo mis vanas hazañas tan vanas como mías
El dolor de tu ausencia fragua poco a poco, huele fuerte a tiempo ido tus amores y consejos Tus palabras.
Como tu cariño fiel te huelo en mí, te siento y reconozco en ese olor a flor de café que acecha mis cercanías percibo tus arrullos y tus puntadas en mis cielos.
Quiero guardar estas flores en lo interno de mi piel ya vieja como tus manos cubriendo mi dolor durante mis amaneceres, como ese tiempo que pasaste mirando, con aliento, mis ocasos como el beso no dado que absorbe la distancia y me deja, la irresistible necesidad de tu presencia.
Aduzco que se encendió el motor de emociones que gira entre los días de amor y compañía que se escurren entre mis dedos en lo simbólico de mis amaneceres y lo rústico de mis realidades.
Miro entre las rendijas los escasos residuos de posibilidades que permiten pasar al regente y que disfruto en lo impenetrable de mis oscuridades y en lo lúgubre de mi existencia misma.
Tus manos se esconden y se exponen ante mí, se muestran y rondan mis virtudes como provocando mis pensamientos y mis pasiones.
Tus ojos me guiñen las arrugas del alma y reflejan la consistente luminosidad del espacio.
Tus brazos, fuertes árboles latentes de caricias y virtudes, controlan los espacios dignos de cada segmento sagrado.
Y tus piernas…, tus piernas Benditas laderas fulminantes que recorro tras la agitada carrera de mis placeres.
Ojalá que el tiempo me regale sus pinceladas de estaticidad para guardar en mi pintura la delicia de este evento.
Ojalá que no se acabe la suavidad de los segundos que permiten nuestro intento de redención.
Ojalá que el campo, el fuerte viento y los tornados puedan encadenar conmigo este gesto de amor hecho realidad en un acto.