Obra
Instantes Azules (2014)
Somos algo así ©Caminamos entre sombras
como si fuéramos silencio, dolor, muerte. Somos los dioses del crepúsculo libre y abandonado, somos aquello que corroe el sabor de los instintos. Somos el silencio del río, el dulce sabor de la miel, el cuerpo desnudo de todo amor sin nacer. Somos los entes vulnerables que calientan las mantas del apetito desbordado que se acumula en la piel. Somos carne deseosa de sudor y de sangre, de noches sin principio ni fin. Somos eso que llaman ser con alma, pensantes, divinos... hechos del mismo barro de Dios. |
Rosa sin clavel ©Existes, sí,
en mi silencio en mi poesía, en mi llanto y en mi distancia. Existes junto a mí, pero distante de mi alegría, de mi ser. Estabas ahí, junto a mí, recordando las angustias del mundo, las horas sin matices bellos, y el dolor de ser mujer. Estabas ahí, recordando que eres rosa sin clavel, sin luz, sin aire, sin agua, sin nada que te alimente porque eres solo eso, una rosa sin clavel. |
Necesidad © |
Ahora,
ya tienes mi historia. Ahora, ya tienes la noche atada a tu locura, a tu instinto desbordado que sostiene tu enojo y tu ayuno de caridad. Ahora, ya tienes hijos de la nada lamiéndote la mano y buscando entre tus pechos la leche del pasado. Ahora, ya vives de recuerdos, y lo real para ti, es sólo una historia. |
Algo de mí ©Qué noche, qué frío y que mundo.
Yo soy el hombre aquí nacido... El hombre que nació de lo profundo y tomó sus manos por vestido. Soy como el agua que se vierte sobre tantas tierras preferidas, soy orilla del silencio que divierte a las noches negras y aburridas. De mí y de las cosas no se sabe el color amargo y sus misterios, yo soy el hombre que no cabe en el largo total de un cementerio |
Mi viejo © |
Viejo...
Mira que las noches oscurecen y el frío se pega a la cobija. Mira cuántas calles recorridas, se cuelan por los almanaques que caen sobre tus hombros. ¡Ah mi viejo! Me parece aún recordar cuando tus brazos fuertes socavaban mi existencia y tus besos, huracanes fogosos, se hundían en mis mejillas. Mi Viejo. Aquel que creció conmigo y me enseñó con trucos: el Padre Nuestro bendito, y recogió mi llanto cada vez que tropecé en la vida y su sombra caduca me hizo caminar de nuevo. Mi viejo, aquel que nunca dijo nada que me hiciera llorar, pero dijo muchas otras cosas que me hicieron crecer. Mi viejo. Aquel que besó mi frente cada mañana tibia y removió mi pelo en señal de amor y de justicia cada noche fría, el que marcó mi frente con una señal que me acercaba a Dios. Mi viejo, mi viejo... Aquél que sólo el amor le carcomía las venas. |