El mundo pide paz. ©
La fresca brisa vespertina soplaba en mi cara, se enredaba en mi cabello, como queriendo susurrarme al oído un armónico mensaje para mostrar al mundo. La sombra de un frondoso laurel me invitaba a descansar; dejándome llevar por la calidez de sus hojas , reposé en ellas y comencé a soñar.
Me encontré perdida en un turbulento laberinto, oscuro, violento, tenebroso y profundo. Deseosa de escapar, decidí buscar una salida; pero en su búsqueda solo encontraba por un camino y otro, desdichas, prostitución, deshonra, egoísmo, niños mutilados por la guerra, huérfanos, mujeres acompañadas de lágrimas, dolor y soledad. Por un momento pensé que solo debía ser el camino equivocado y que todos los demás iban a tener situaciones agradables; pero no fue así, continué en busca de algo encantador, decidí entrar por uno que al parecer no era tan enredado, ni tan complejo. Al poner pie en él me encontré una serie de actitudes y pesadumbres: avaricia, egoísmo, desigualdades sociales encadenadas al maltrato, burla, discriminación y llanto, lucha por el poder, opresión, hambre, violencia, drogas, alcoholismo, falsedad, traición, ausencia de valores, violación de derechos humanos, dolor y más dolor en cada sendero que andaba. Cansada de tanta desdicha, me detuve por un momento, el ánimo se ausentaba de mi cuerpo, y el llanto no tardó en llegar, incliné mi cabeza y cual si fuesen lágrimas de sangre, mi corazón también lloró, formando un enorme pozo que me mostraba la realidad del mundo en que vivimos. Miré hacia arriba buscando una luz, una respuesta, una ayuda. Recé y pedí a Dios una señal para poder escapar; entonces cerré mis ojos como queriendo ocultar la verdad, me sentía triste, acechada por todo aquello que tanto dolor causaba. Un destelló de luz se reflejó en aquellas lágrimas, mostrando inocentes rostros que desprendían una gama de colores; sí, eran caritas angelicales llenas de amor que me tendían sus manitas para transportarme en su luz y poder encontrar la salida de aquel gris laberinto. Una enorme paz se apoderó de todo mí ser y junto a ellos llegué a un esplendoroso sitio. Millones de flores de múltiples colores tendían una alfombra a mis pies, y me dispuse a caminar sobre ella, sabiendo que tan asombrosa belleza solo podía guiarme a un lugar extraordinario, y así fue. Podía mirar hombres que moldeaban con sus manos, preciosas esculturas que irradiaban amor, hermosas mujeres musas de muchos pintores que plasmaban en un lienzo toda su belleza, voces angelicales entonaban himnos de paz, jóvenes valientes que no temían mostrar sus habilidades y que a través de sus canciones proclamaban un mundo mejor. Abuelos que en sus discursos promovían valores que ayudaban a entender la importancia de su práctica para vivir en armonía, niños que danzaban alegres unos con otros como hermanos, sin diferencias de sexo, edad, raza ni religión, hombres que en sus versos nos regalaban con gentileza la oportunidad de poder habitar en un lugar mejor. Una inspiradora mesa con bolígrafos tentadores para plasmar en grandes papeles que a su lado estaban, cautivaron mi atención; entonces me dispuse a escribir, quería ser parte de aquellos artistas, involucrarme en su mundo, manifestar mis sentimientos… y por largo rato escribí y escribí. Proseguí a mirar un enorme muro llamado Esperanza donde todos los escritores dejaban su mensaje y no quise quedarme atrás. Una inmensa alegría me embriagaba, una sonrisa brotaba desde lo más profundo de mí ser. El sereno de la noche comenzaba a caer y un frío me hizo despertar, aquella espléndida sonrisa se sostenía aún en mi rostro; miré mis manos, y sorprendida vi en ellas una bella pluma dorada y amarrado con una cinta un pergamino bordado con hilos de amor, solté el lazo y me dispuse a leer. Me cautivó observar un título en letras de oro “ EL MUNDO PIDE PAZ ” y un hermoso final impreso en letras de fuego decía así : “EL ARTE ES LA MEJOR ARMA PARA GRITAR AL MUNDO QUE PODEMOS CONVIVIR EN ARMONÍA”. |
Y entonces, el amor es vida y es muerte. ©
Un veloz rayo que llega de repente, nos atosiga, nos atrapa, un rayo de sol que calienta, una bocanada de polvo que nos sumerge, nos persigue. Y el amor es vida porque nos llena, es vida porque late con nosotros, porque se convierte en una necesidad, porque sin él no somos nada, porque nos llama, nos intuye a seguirlo, a proclamarlo, pide ser reconocido y demostrado, es vida porque forma parte de nuestra energía, energía que nos mantiene vivos y reconfortados.
El amor nos llena también de riesgos, miedos, inseguridades, desconfianza, nos convierte, nos consume. Nos mantiene latentes por dentro y en el exterior nos sumerge en una burbuja que circula por el aire, por la vida, por un todo, por ese regocijo que es amar. Entonces el amor es muerte porque lleva consigo la vida. |
Cuando la mente, el corazón y la confusión se encuentran. ©
Imagino un momento, un instante, fantaseo en mi recamara y sonrío, sonrío por mi locura, por mi gran imaginación. Salgo de casa sonriendo, y olvido de inmediato lo imaginado, continúo mi camino al lado de mi padre. Sin imaginar nada, volteo mi cabeza y el pensamiento que había tenido en mi recamara se había materializado. Por un momento pensé que era producto de mi imaginación, pero al instante comprendí que era realidad. Frené, golpeé a mi padre haciendo alarde de lo que había ocurrido, mas él no estaba enterado de nada. Al pasar los minutos, seguía mirándolo y me daba cuenta de que el momento era real.
Por mi loca mente pasaban miles de pensamientos, de repente mi corazón comenzó a palpitar cada vez más fuerte y al salir del supermercado, la confusión hizo de las suyas, esa maldita confusión tuvo el atrevimiento de embriagarme, de asecharme, de explotar en mí un mar de dudas. La mente , el corazón y la confusión se habían encontrado en mi cuerpo a las aproximadamente 8:00 de la noche, ellos tres se pusieron de acuerdo para llegar a i en ese momento, de pronto pensé en llorar, en gritar, en golpear, en desatar furia, ira, e incluso pensé en reír, en burlarme de ese instante, en escupir lo poco que me importaba que se unieran para buscarme, pero lamentablemente, tocaron un poco mi sensibilidad, y sí, derrame una absurda e ilógica lágrima, o tal vez dos. Esa noche al llegar a casa, decidí no hablar más con nadie, cerré mi recamara, escuché al maestro Sabina, y mientras mi oído se deleitaba de esa letra y de esas notas, empezó mi mente a navegar y pedía locamente un bolígrafo y un papel, esa noche necesitaba escribir, plasmé todo esto en el momento preciso y perfecto. Una noche de domingo del mes de marzo. |