Vivo en el aquí y el ahora: esta es mi residencia, es lo único que tengo, y con este bien, me siento satisfecho, completo, y no le envidio nada a nadie. No vivo en el pasado. De vez en cuando lo visito, y no me gusta quedarme ahí, y luego, regresar al presente con dramas y exhibicionismos de sufrimiento. Se me concedió el don de la vida, y también el de profundizar en ella. El sufrimiento es real y lo recibo porque es creado por el ego, y es lo único que lo va a destruir. Tampoco me gusta ir al futuro, porque me pierdo el tesoro más grande que tengo: ESTE MOMENTO, este instante valioso en el que siempre soy un niño, que se asombra con todo lo que se presenta ante mí. No me gusta enredarme en el materialismo porque lo considero una ilusión. Hay un instante en el que nos percatamos, que nosotros no somos lo que tenemos, porque ni el que tiene más poder ni riquezas, certificados universitarios, ni condecoraciones, ha logrado salvarse de la muerte. Estamos de paso y nuestra estancia es muy breve. Todo pasará. En algún momento nos iremos, y nada nos llevaremos. En nuestro tránsito de nada nos sirve toda esta triste vanidad, ni este culto a la personalidad, ni estas supuestas riquezas. Nuestra identidad no son los bienes, ni los títulos, ni el trabajo que realizamos. Todo lo que poseemos es circunstancial, y sólo adquiere algún sentido si lo utilizamos para hacer el bien, es decir, para construir una sociedad justa, sin tanta mentira ni demagogia. Doy gracias a Dios por mi trabajo, por el vestuario de hoy, por el aire que respiro, por mi vista, por mis alimentos, y por el lenguaje coherente, el que pronuncio y el que escribo con buenas intenciones. Creo que lo único que nos puede salvar, es el amor incondicional a la vida. La vida me ha enseñado a estar presente; es decir, a estar consciente. No soy religioso; pero respeto todos los credos integrados por seres que sienten a Dios en unidad con el Ser, de hecho, a pesar de mi imperfección, siento que Dios está dentro de mí, esta es la realidad, y todo lo demás es una ilusión. No me gustan los fanatismos de ningún tipo. Yo nací de una decisión valiente de seres en unidad con la Tierra, seres preciosos que ven y sienten lo Sagrado de la Tierra. No creo en la vida futura ni en la reencarnación; pero sí creo en la presencia del Espíritu de Dios en la totalidad, y este Espíritu es el que le da unidad a la vida, y la eternidad es para mí un estado atemporal, aquí, en lo más profundo de mí. Creo que hay que morir en vida para nacer en vida. Morir a la simpleza y a la mediocridad, y nacer a las fortalezas, que llevamos en lo profundo. La vida es paralela a la muerte, y por eso, no le temo a la muerte, porque el temor no la alejará de mí. La única revolución en la que creo es en la transformación interna a partir del conocimiento de mí mismo. Lo mejor que me ha sucedido es el don de la vida. Por eso le doy gracias a Isabel, mi madre, y a Jorge, mi padre, que se dejaron usar por Dios, y se tomaron el tiempo necesario para engendrarme en medio de dos ríos, en Turrialba, mi amado pueblo donde nací, viví mi niñez, y mi adolescencia. No soy perfecto; soy perfectible, y esto es un proceso que me llena de grandes satisfacciones.Todas las noches duermo en paz porque tengo por regla hacer el bien, y me deleito cuando veo prosperar a mis congéneres. Lo que existe fuera de nosotros es un reflejo de lo que nosotros somos por dentro, por lo tanto, si nos volvemos conscientes y cambiamos, nuestro entorno cambiará. A pesar de la maldad que ha existido y aún existe, creo que hemos sobrevivido porque el amor existe, y por lo tanto, es un poder real. No soy un sabio; pero soy inteligente y consciente. Tengo tres inteligencias integradas en mí: la inteligencia emocional, la espiritual, y la racional. Me considero una persona sana mentalmente, porque tengo el hábito de observar de manera consciente lo que pasa por mi mente, y me observo equilibrado, en un centro. Dentro de mí encontré un espacio sin principio ni fin. Soy costarricense y amo a mi Patria profundamente, sin embargo, no creo en los nacionalismos, porque todos nacimos en un mismo planeta, venimos de un mismo linaje, y en cada uno habita el Universo. No me desespero por llegar a ninguna meta, porque busqué en la dirección correcta, y ya regresé a casa y encontré lo que buscaba. Valoro cada paso que doy sobre esta Tierra. Pertenezco a una gran familia: la vida en su totalidad: toda la vida animal y vegetal, y la Tierra es mi Madre Sagrada. Por eso siento que esta Tierra me recorre la sangre. Nací aquí, y desde aquí saludo en paz y con alegría, desde aquí canto mi gozo. Desde aquí, en San José de Costa Rica, lanzo en vuelo mis poemas, consciente de que entrarán en los corazones, y abrirán senderos de luz. Levanto mi voz con fe y permanente entusiasmo, abrazado a mi planeta, extendido en el Universo, por medio de la fuerza poderosa del amor, el verdadero poder que sostiene al planeta.
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Juguemos a que hoy
nos decimos adiós… sin irnos lejos de nuestra presencia, porque debes recordar que un día decidimos no abandonarnos, no desertar de este fuego, no claudicar de esta lucha, no dejarnos desolados en este caos más que en caso necesario, y aún así, en la tempestad, habrá suficiente amor para bebernos toda la lluvia y convertirnos en otro mar o en el cielo que inventamos y sabemos que aún está aquí con este sol de nuestra sangre. Inventemos que decidimos separar nuestros itinerarios dudosos, hasta visualizar la convergencia en alguna senda perfecta donde no es necesario caminar para buscarnos o encontrarnos. Juguemos a disfrutar lo que dejamos olvidado en cada uno de nosotros y a reírnos sin descanso hasta tocar la estrella oculta del universo que somos; juguemos a volar más allá de este universo conscientes que hay más. |
Aún tenemos la misma gracia
para reinventarnos, y continuar con el milagro de hacer vida con la nuestra. La vida nos necesita conscientes; cada átomo que respiramos nos impulsa a perfeccionar la obra, a vivir en jardines en rebelión con árboles invencibles. Por eso, mujer, ven, siéntate al lado de mi cuerpo extendido sobre el mundo y muéstrame en la altura el espacio donde habita el ángel, señálame la ruta soñada, y en el transcurrir del instante apreciemos el espacio sagrado de nuestra visión. |
Siempre con la necesidad de sentirte
en lo más hondo, aquí, en lo sagrado que tengo en esta tarde efímera, tu recuerdo me ha visitado, y en paz observo tu imagen, y su movimiento, entrelaza mis tramas, teje mis vacíos en los riachuelos dulces, en descenso armonioso, desde tus montañas. Y con el destello del agua: sentado en el centro de la fuente, he meditado con los que buscan descifrar enigmas en bibliotecas, o interpretar códigos antiguos, y a pesar de mi fe heredada por mis ancestros, y de los cantos que irrumpen por mis poros en madrugadas, hoy mi voz se levanta desde mis alas cansadas, y mis corrientes te buscan en cada palabra desnudada por mi placentera insistencia. |
En rebelión con mis animales
te busqué en la plenitud del día, sobre los techos de las casas y en los pisos de tierra habitados por los pobres. Te busqué con insistencia en los rótulos sembrados, en mi somnolencia, con los callos de mis días. Anduve detrás de edificios, en escaleras de emergencia, en zonas de seguridad, en sótanos en ruinas, en la casa inexistente donde viví mi niñez, en el reloj que se detuvo cuando tu mirada alcanzó la mía en la densidad del bosque. Bajé por todos los ríos para escudriñar en océanos la danza profunda del agua; con insistencia pronuncié tu nombre en las islas extendidas para persuadirte con mi afán a que no saltes al vacío. En tu copa lejana bebí de mi propia angustia, y caminé descalzo en este desierto que llevo en busca de un oasis, y estoy cansado con mis ojos en permanente guardia, y todo se vuelve difuso en el devenir de tu imagen en el día que huye. |
Después de mi lento despertar,
poema mío: espejo de mi identidad… imaginé que te había extraviado en los abrigos de los indigentes, en el pan rancio de los que vagan, en el silencio de alguna casa abandonada. He revisado mi corazón, y me pregunto: ¿Por qué mi vida se precipitó desde su potente vuelo, y al encontrarse con tu luz cayó sobre el mundo? Sé que naciste conmigo. Lloramos juntos por primera vez, asombrados ante el panorama del nacimiento del día visitamos todos los jardines, y en la intimidad de la noche acostados en la plaza contamos las estrellas, y soñamos nuestra vida con sus atisbos en llamas. Los pechos de la aurora nos amamantaron y navegamos en barquitos de papel hasta llegar al océano fusionados con el agua. Remontamos el volcán y sobre la cumbre bendita a 3340 metros sobre el nivel del mar, habitamos las cumbres y fuimos uno en el territorio sagrado. Pero hoy veo que mi alma ha saltado en asombro, al ver que has lanzado tu cuerpo sobre la calle, y estás expuesto a las hienas y a las aves de rapiña. Por eso, pongo mis manos sobre tu cuerpo en agonía, y te ordeno que te levantes mi sabio niño viejo, mi mellizo, hermano poeta. Regresa de la noche a la que decidiste descender a jugar con la muerte. No quiero tu ausencia, el universo nos necesita. Quédate conmigo, vuela dentro de mí, porque eres mi poema. |
Si te digo, que te reclines
en mi pecho, es para que me des un poco de tu tiempo, escuches mi corazón y decidas vivir en él la plenitud que me enseñaste, porque hace muchos años, mi corazón buscó el tuyo, y por eso, estoy vivo. Cada palpitar trae tus lejanías hasta mi instante de meditación, y aún perduras con tu dulce música. Amarte es mi necesidad para mantenerme con vida. Por eso, en cualquier lugar, y en cada momento en el que estés presente, quiero que tu voz inquiete la mía para no claudicar. Sólo vos, resplandeciste, y me creaste y recreaste. Por eso, quédate aquí, recostada sobre mi pecho y dame a beber tus sueños. |
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Esta ciudad, vieja y cansada,
perece en su drama. víctima de sus aires globales, sus emociones son ingenuas, y su orondo ego la devora. Esta ciudad, abre sus fétidas fauces, muestra sus sótanos habitados de dolor y angustia. Por ella, se asoman sus bufos mercaderes, y abajo, en el fondo del abismo, se debaten sus rostros demacrados, cabezas adentro, en basureros. Sobre ella camino en cantos y siempre lloro entre galerías de personajes con muecas inconclusas. Es evidente su espíritu de falsa metrópoli, su voluptuosidad, su muchedumbre de miedos y advenedizos profetas. Uno siente su queja desde sus drenajes y corre por su larga Avenida Central, donde nos buscamos en cada exclamación de transeúntes y vendedores de sueños ambulantes. Esta ciudad, este país, agoniza, señor Presidente. |
Gestores Literarios: |
Marisa Daniela Russo - Sebastián Salazar - Luis Rodríguez |
Colaboradores:Mediaciones Artísticas: Max Solís - TED
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Proyectos de extensión:
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