El río... La montaña... ©
VII ©Tengo el cansancio lento que en la la noche cualquiera se abraza al silencio. No puedo estar sin lágrimas cuando otra vez la noche me lame la herida, la vieja herida incicatrizable. Me niego a pensarte ribeteando en la noche tu silueta intacta... No puedo ser nada mientras el dolor me llame, sólo un proyecto infértil de un suicidio imaginado. |
X ©Cuánto hace que andamos
por la tierra? ¿Cuántos granos de polen derrama tu agonía un reloj de madera se desgarra en silencio, la vida se duerme despedazando hambre y contando huesos. ¿Cuánto tiempo hace que somos un pan y una cena, un niño ovillándose en su esfera de espera? Cuánto duermes, cuánto sueñas, cuánto masticas las ternuras y las espolvoreas? Cuánto hace que somos un proyecto de algo que no llega andando por la tierra |
Misa ©Cerca del río, en la montaña.
En el nombre de Dios, de la lluvia y de las hojas, nos acercamos al altar del río y la montaña en pos de soledad y de silencio. Confiteor ©Yo vengo aquí con todos mis hermanos
a confesar miseria y hambre que merodea por las casas. Traemos un pedazo de esperanza y un pan fresco para Ti, Dios de las aguas. Confesamos angustia como pañuelos lejanos y el dolor de ser, en medio de ladrillos. Confesamos sed y a Ti nos acercamos en caminata informe, con lirios en la mano. Confesamos lamentos de hombres en la cárcel, de prostitutas frías debajo de los puentes. Confesamos la vida, enredada en barro y llantos. Recoge, Señor, nuestro pan y nuestro canto. |
Gloria ©Gloria a Ti en todas las cuevas y los vados,
en todos los remansos y los nidos de pájaros, en todas las fogatas de pescadores mudos en todas las sartenes esperando bocado, en todas las vidrieras que quedaron abiertas oyendo nuestro paso. Tú no quitas pecado. Tú das calor y frío, cobija y malestar, dolor y alegría. Gloria a Ti por ser Padre callado que retoza en el aire y se envuelve en niebla por la tarde. Porque sólo el río trae fuerza de montaña, nos acercamos a su orilla y nos mojamos las manos. |
Epístola ©Parémonos hermanos.
Recordemos al hombre que esta tarde se fue y no regresa nunca. Hay cruz en las pupilas, taladros en los dientes. El inevitable paso por la muerte dejó a una niña inmóvil en medio de la calle. Recordemos al caballo que quiso ser espuma y se lanzó al mar, al pájaro enredado en la hélice de un avión con rumbo a tierra y a night club. El aire de llovizna purifique nuestros labios. |
Credo ©Creemos en la tierra y en el surco,
en la semilla fértil de vientre productivo. Creemos en el agua de los glaciares puros y en la gotera torpe d un techo amarillento. Creemos en las uvas y en las cañas y tomamos vino y ron en jarras de caolín. Creemos en el horno de palos y de arcilla que asa el holocausto de levadura y sal. Creemos en Ti, Señor de la verdad, en tu iglesia de pinos y bancas de piedra con musgo y humedad. Resucitará la flor y el último mosquito: todos seremos pan de la panadería fresca. Todos seremos fruta en la verdulería inmensa, águila o arrayán en la cumbre fría, ceniza o fuego de la hoguera eterna. Resucitaremos el día de Hiroshima, de la mamo de Lao, Goethe o Schweitzer, con los pies embarrialados, Creemos en tu alfombra de rocío tierno; recoge nuestra ofrenda de un mango y una pera. Creemos en Ti; únete a nuestro batallón de rengos; ciegos enfermos y descalzos, de niños con sandalias y mujeres gestando. Arrodillémonos hermanos para creer en las rodillas y creer en Dios, el Creador de ojos y de manos. |
Ofertorio ©Te ofrecemos Señor, nuestras manos cansadas.
Cámbianos por cosecha la guerra y las alianzas. Te ofrecemos Señor, nuestros pies inflamados. Cámbianos por salud los jets y las ropas de los astronautas. Te ofrecemos Señor, nuestra vida y nuestra pena. Ofrécenos tardes claras, tormenta y luz por la mañana. |
Prefacio ©Arriba están los corazones,
el pulso acorde como vaivén de arrozales. Los ojos de Dios caen sobre nosotros, nuestros ojos sobre el crepúsculo están. Saludémonos hermanos; la paz esté contigo. |
Consagración ©Está Dios en este altar
de hierba y hojas secas. Nació desde hace mucho y todavía naciendo está. Está en nuestro pan y en el hueco de las manos. No hay campanillas en nuestro altar de hierba. (Pasó una bandada de garzas y graznaron sobre nuestras cabezas y Tu pan). |
Comunión ©Hermanos comeremos.
Tú Juan ten pan. Tú María ten vástago de palma. Alberto una toronja, Yolanda una piña rociada de ansiedad. Sin hacer fila y sin velo en la cabeza, al venir a sentirte, Señor, encontramos alimento. Tú no comes lo Ti dulcificado. Tú permaneces quieto en las gargantas y miras el paso de la saliva espesa. Hermanos oremos, porque la comida sea digerida. Oremos. |
Último evangelio ©En el principio era silencio y cascabeles.
Había hielo y flores, mosto y galletas, perfumes y lagares. Había niños mamando el pecho de ls ansias. Había mujeres curando mujeres en las camas. En el principio estabas tú, hermano de mi sangre, juntando moras y naranjas. Vino el Hijo de Dios en una barca. Llamó luz a la aurora y noche a la esperanza. No habrá final caótico. El final está en nuestras almas. Bendición final ©En el nombre de Dios, de la lluvia y de las hojas,
alejémonos hermanos. Bajarán más peces y más palos por el río cuando demos la espalda. El Señor nos estará esperando en el escritorio o en la máquina. Alejémonos del río y la montaña llenos de soledad y de silencio. Juntemos nuestras manos. |
Turrialba Literaria le agradece a José Miguel Tapia Fernández, sobrino de la autora, por sus aportes
® Derechos reservados: Familia Tapia Fernández.
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