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Novela
Cuentos soperos ©
(fragmentos ecopedagógicos)
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Una noche junto al río
Capítulo 1
Parte 1
La noche se estaba poniendo fría, lo podía sentir en sus huesos. Ya se arrepentía de haber dejado la chaqueta en casa, porque bien claro se lo había dicho su madre: “Lleve algo, porque va a hacer frío”. Pero en la precisa por ir a comprar las cervezas, sólo atinó a contestarle: “Ahí llevo la sueta en el bulto”.
Y sucedió todo lo contrario, porque la chaqueta seguía colgando del respaldar de su cama, donde realmente no ayudaba en nada. Y por consecuencia de esto, Guillermo Solano López (o Guille, como era conocido por sus amigos), hijo de Marielos y de Guillermo Jesús (qdDg), vecino de Pejibaye de Jiménez durante sus ya veinte y algo años de vida, se encontraba en el lugar conocido como Cuico, a las orillas del Río Gato, con un frío que hasta parecía irreal. Temblaba como poseído, por llevar tan sólo una camiseta negra de tirantes, tenía una precisa histérica por encender un fuego que le ayudará a calmar el frío. Pero la flama de su encendedor se negaba a besar el carbón.
Había armado ya una tienda de campaña y recogido leña, previendo para preparar el campamento de esa noche. La madera y la hojarasca que encontró en las cercanías estaban mojadas por la corta lluvia de la tarde, así que producirían más humo que otra cosa, y para empeorar las cosas, había olvidado la chispa en su casa justo en la bolsa de la chaqueta. Hacía ya veinte minutos que llamó a su hermano, Jesús, y este todavía no aparecía ni con la chispa ni con el canfín.
Capítulo 1
Parte 1
La noche se estaba poniendo fría, lo podía sentir en sus huesos. Ya se arrepentía de haber dejado la chaqueta en casa, porque bien claro se lo había dicho su madre: “Lleve algo, porque va a hacer frío”. Pero en la precisa por ir a comprar las cervezas, sólo atinó a contestarle: “Ahí llevo la sueta en el bulto”.
Y sucedió todo lo contrario, porque la chaqueta seguía colgando del respaldar de su cama, donde realmente no ayudaba en nada. Y por consecuencia de esto, Guillermo Solano López (o Guille, como era conocido por sus amigos), hijo de Marielos y de Guillermo Jesús (qdDg), vecino de Pejibaye de Jiménez durante sus ya veinte y algo años de vida, se encontraba en el lugar conocido como Cuico, a las orillas del Río Gato, con un frío que hasta parecía irreal. Temblaba como poseído, por llevar tan sólo una camiseta negra de tirantes, tenía una precisa histérica por encender un fuego que le ayudará a calmar el frío. Pero la flama de su encendedor se negaba a besar el carbón.
Había armado ya una tienda de campaña y recogido leña, previendo para preparar el campamento de esa noche. La madera y la hojarasca que encontró en las cercanías estaban mojadas por la corta lluvia de la tarde, así que producirían más humo que otra cosa, y para empeorar las cosas, había olvidado la chispa en su casa justo en la bolsa de la chaqueta. Hacía ya veinte minutos que llamó a su hermano, Jesús, y este todavía no aparecía ni con la chispa ni con el canfín.
Cuento
Ganancia de pescadores ©
(fragmento)
El último tramo había sido un tanto difícil, el terreno era muy quebrado y siempre con una trepada después de cada curva, una vez a la derecha y otra a la izquierda. El camino hasta La Marta no era nuevo ni para Guille ni sus amigos, y aunque el sol y el peso de los trastes que traían, eran ya un tanto incómodos, tras una última vuelta pudieron ver, por fin, el viejo portón de madera, que parecía haber recibido recientemente una mano de pintura, lo que hacía que, para el ojo inexperto se viera como madera nueva. Junto a la misma, se podía ver a alguien que cuidada su acceso.
– Ya les dije, aquí no se puede eso. – exclamó el guardián del portón. Benjamín, el encargado de la entrada, les repetía que en ese lugar se prohibía enfáticamente el ingreso con bebidas embriagantes o cualquier otro tipo de drogas ilícitas. Si no era una pastilla para la diarrea, o afines, no tenía espacio en este santuario natural. – Pero mirá, solo es una botellita. – dijo Perrillo, impaciente. – Vos podés, se amable. – ¡Que no! Y tampoco pueden entrar alcoholizados, así que ni se les ocurra tomársela afuera y entrar luego. – repitió Benjamín, un poco menos tranquilo. El muchacho era conocido por su buen temperamento, pero la insistencia de Raúl ya estaba rayando en la necedad. Así lo comprendió Guille, quien, después de exhalar fuertemente, tomó la botella de las manos de su amigo y la destapó para vaciar su contenido en el suelo. Una tragedia. Benjamín no era oriundo de Pejibaye, sino que venía de otro pueblito, muy parecido a este. Pero para Guille el dato carecía de importancia, apenas si había escuchado una vez que era estudiante de turismo y que desde hace unos meses trabajaba en la reserva, como uno de los guarda parques que vivían en la vieja casona del lugar. Era un tipo delgado y alto; su piel, en un inicio, debió ser bastante blanca, pero al andar por los senderos del parque, bajo el sol, se le estaba volviendo un poco rojiza en unas partes, y en otras morena. Probablemente, bajo su camisa su piel mantenía su tonalidad original. |
Los últimos días del mes de agosto se veían como una procesión que marcha al panteón para despedir a un querido difunto. Eran aproximadamente las diez de la noche y Chuz caminaba acompañado de Hillary por el viejo puente que conectaba el centro de Pejibaye con Plaza Vieja. Iban sonriendo, tomados de la mano, como se esperaría para una pareja nueva que está en su momento de mayor entusiasmo. La tenue luz de los mercurios los bañaba precariamente, permitiendo que en los recovecos más oscuros la boca de Jesús invadiera furiosa la de la ella, como una tempestad que azota una playa desierta, arrancando palmeras y haciendo volar todo. No obstante, entre encuentro y
encuentro, Chuz descubría cada vez una mayor decisión en los labios contrarios y el calor en su aliento.
Eso definitivamente hacía que Chuz se sintiera más... interesado.
La muchacha recién había llegado al colegio hacía tres semanas, por traslado, debido a la pérdida del trabajo de su padre en Guápiles como veterinario. Por años dedicó su esfuerzo a las fincas productoras de carne de un empresario regional, pero cuando las mal logradas aspiraciones políticas del patrón en las elecciones pasadas, dejaron sus cuentas como olla de turno a media noche, fue su cabeza una de las muchas que rodaron. Así que, obligado a buscar otros horizontes, terminó acercándose a uno de sus hermanos que había encontrado en Pejibaye buenos terrenos donde pastar su ganado, una mujer que lo aguantara y un lugar tranquilo donde vivir.
encuentro, Chuz descubría cada vez una mayor decisión en los labios contrarios y el calor en su aliento.
Eso definitivamente hacía que Chuz se sintiera más... interesado.
La muchacha recién había llegado al colegio hacía tres semanas, por traslado, debido a la pérdida del trabajo de su padre en Guápiles como veterinario. Por años dedicó su esfuerzo a las fincas productoras de carne de un empresario regional, pero cuando las mal logradas aspiraciones políticas del patrón en las elecciones pasadas, dejaron sus cuentas como olla de turno a media noche, fue su cabeza una de las muchas que rodaron. Así que, obligado a buscar otros horizontes, terminó acercándose a uno de sus hermanos que había encontrado en Pejibaye buenos terrenos donde pastar su ganado, una mujer que lo aguantara y un lugar tranquilo donde vivir.
Poesía
Mariposa estúpida
Mariposa estúpida, nocturna.
¿Cómo has venido a caer aquí?
Pataleas, gritas y aleteas pidiendo ayuda
luchando para que las aguas de la ducha
no te arrastren hacia un lavabo sin tapa.
Mariposa estúpida, desamparada.
No deseo tu muerte aunque solo seas un insecto
pero si trato de tomarte me atacas y resbalas
con una de tus patadas de karate,
la corriente suave, pero constante
te sigue arrastrando poco a poco.
Mariposa estúpida, salvada.
Desamparo de su hogar a unos jabones
para crear una rustica barcaza,
y con este nuevo artilugio
logró el salvamento para así llevarte (como un Moisés)
a una ventana donde puedas
recuperar tus fuerzas y habilidad de volar.
Mariposa estúpida, muy estúpida.
¿Cómo vas a lanzarte de nuevo a la corriente?
El lavabo sin tapa como una boca hambrienta
reclama decidido tus carnes.
(Repetir párrafo número tres
pero prever una mejor posición de salvaguardia,
que esté a una distancia mayor
del borde de la ventana
para evitar una nueva recaída de la paciente.)
Mariposa estúpida, libre.
Has lo que quieras
pero si en verdad te quieres suicidar
hazlo lejos de mí,
que no quiero tener que organizar
un sepelio donde solo asistan
chinches, arañas y mariposas descerebradas.
¿Cómo has venido a caer aquí?
Pataleas, gritas y aleteas pidiendo ayuda
luchando para que las aguas de la ducha
no te arrastren hacia un lavabo sin tapa.
Mariposa estúpida, desamparada.
No deseo tu muerte aunque solo seas un insecto
pero si trato de tomarte me atacas y resbalas
con una de tus patadas de karate,
la corriente suave, pero constante
te sigue arrastrando poco a poco.
Mariposa estúpida, salvada.
Desamparo de su hogar a unos jabones
para crear una rustica barcaza,
y con este nuevo artilugio
logró el salvamento para así llevarte (como un Moisés)
a una ventana donde puedas
recuperar tus fuerzas y habilidad de volar.
Mariposa estúpida, muy estúpida.
¿Cómo vas a lanzarte de nuevo a la corriente?
El lavabo sin tapa como una boca hambrienta
reclama decidido tus carnes.
(Repetir párrafo número tres
pero prever una mejor posición de salvaguardia,
que esté a una distancia mayor
del borde de la ventana
para evitar una nueva recaída de la paciente.)
Mariposa estúpida, libre.
Has lo que quieras
pero si en verdad te quieres suicidar
hazlo lejos de mí,
que no quiero tener que organizar
un sepelio donde solo asistan
chinches, arañas y mariposas descerebradas.